JULIO ENRIQUE PELLECER







TE PROMETO ANARQUÍA





“¡Anarquía...! ¡Anarquía...!”



“¡¿Y a Vds. qué les pasa?!” Pregunté a mis creaciones, sorprendido por sus gritos.



En vez de explicarme, continuaron con su consigna; me pregunté si la manifestación estaría relacionada conmigo. Cada uno de los personajes que había creado marchaba y vociferaba apasionadamente.



Súbitamente se detuvieron, su líder había hecho una señal con la mano indicándoles que se silenciaran. ¿Quién era su líder? Pues claro, el tal Petoulqui.



Se acercó a mí, tenía una expresión poco amistosa, más bien combativa, y me habló en los siguientes términos, “Hemos llegado a la conclusión de que no podemos permitir que nuestros destinos sean gobernados por Vd., de manera que a partir de este momento exigimos una total libertad para hacer de nuestra existencia lo que mejor nos parezca.”



“¿Y cuál ha sido el motivo de su decisión, queridísimo Peto?” Le pregunté.



“Pues, verá, Julio. Justamente ayer, cuando Vd. terminó de leer ‘Niebla’ de Don Miguel de Unamuno y Jugo, nos dimos cuenta de cómo son las relaciones entre autor y personajes. Nos ha parecido una abominación lo que el mentado Don Miguel hizo con Augusto Pérez. Y de repente, tomamos conciencia de que nosotros, en repetidas ocasiones, hemos sido tratados de manera similar; de modo que renunciamos a ser suyos y exigimos nuestra independencia.”



“¿Ah sí? ¿Y qué piensan hacer después...?” Le cuestioné, solamente para seguir con lo que para mí no era sino un juego.



“Pues... pues... “ Y Peto comenzó a trastabillar en su razonamiento, el cual según mi criterio ya había alcanzado su límite. “Pues ya habrá tiempo después para decidirlo...”



“Sí, como concluye Arthur C. Clarke su ‘Odisea Espacial’ ¿no es cierto? Acaso no te das cuenta, estimado Peto, que todas tus ideas no son sino las mías, y que las mías no son sino las de otros, que me antecedieron, de modo que si yo no soy original, ¿qué se han creído Vds. que son...?”



“...”



“Claro, si mi creador me hubiera dicho lo que les he dicho yo a Vds., seguramente también quedaría sin habla. Si no es que yo no crea en la anarquía, más bien... ¿cómo decirlo? Creo que para alcanzarla sería bueno saber primero qué se quiere.”

“Entonces, vamos por buen camino, eso lo sabemos: queremos nuestra independencia.” Me replicó.



“¿Y qué harán con ella?”



“Pues... pues...”



“Esto parece un carrusel...” Comenté con cierta mordacidad que sólo el Peto y yo podríamos tomarnos a mal.



Ah, lo que uno descubre si se pone a escribir en un procesador de palabras cuando la fecha de cierre está por llegar. Como Peto es mi... ya saben Vds., alter ego, se me había olvidado que tiene aproximadamente dos años de edad, es apenas un infante y tengo que educarlo, a veces con severidad, sacando el dictador que llevo dentro, para que aprenda lo que Platón enunció en su República: "El pueblo queriendo evitar, como suele decirse, el humo de la esclavitud de los hombres libres, cae en el fuego del despotismo de los esclavos, y ve que la servidumbre más dura y más amarga sucede a una libertad excesiva y desordenada.”



Y Vd., apreciable persona lectora, quizás se preguntará, “¿Y esto que tiene que ver con Te prometo anarquía?” Pues, la verdad, en cuanto a la forma, supongo que muy poco (o quién sabe), pero en principio estoy poniendo en práctica lo que para mí representa TPA: Expresión, libertad de elegir y que un tipo como yo pueda publicar sus conversaciones íntimas con los personajes de su-ficción.




JULIO ENRIQUE PELLECER Y LAS AVENTURAS DE PETOULQUI