ROBERTO WAGNER
TORERO, HIJO
Te prometo que hoy será distinto, pensaba con fuerza y necedad una y otra vez al ingresar a la Plaza de las Ventas. Desde que tengo memoria recuerdo a mi madre contarme con mucho horror como murió Granero Valls al sufrir una cornada que le ingresó por el ojo derecho y penetró su cerebro. A solas, podía recrear en mi cabeza la imagen del torero en la arena arrojando sangre y pedazos de materia gris por el agujero que le dejó el asta taurina. Se me erizaba la piel de la emoción y me daba taquicardia. Pero el verdadero placer llegó cuando de niño vi como el legendario Manolete fue alcanzado por el asta del toro llamado Islero. Recuerdo como si fuese ayer como las ovaciones tras cada derechazo y manoletina se transformaron en pánico justo en el momento de la estocada, el toro lo prendió por el derecho y lo lanzó de cabeza.
Cuando lo llevaban en brazos a la enfermería, la gente a mi alrededor lloraba y yo quería aplaudir. Fue el momento más hermoso de mi infancia. Cuarenta y siete años esperé para revivir esas emociones. Fue en Córdoba cuando tuve la inmensa fortuna de ver como Paquirri fue cogido por el toro Avispado. Ver al torero colgando del asta del toro, como si su muslo derecho fuese una extensión del animal y escuchar los gritos de la señora a mi costado y el sufrimiento general despertó en mi una satisfacción enorme, un sentido de bienestar que de nuevo, como cuando era niño, me erizó la piel y me dio taquicardia. Sí, ¡me encanta cuando el toro gana!
Pero hoy todo cambia, busco reprimir ese deseo que me ha acompañado desde mi infancia, desde la muerte de Manolete hasta la muerte de Paquirri, ese bienestar que siento luego del desenlace trágico de la cornada; esa satisfacción orgásmica que he experimentado dos veces en mi vida. Por más que he intentado no he podido divorciarme de este insaciable anhelo por ver la sangre del torero, escuchar los gritos del público, esa desesperación que sienten todos es un alivio para mí. Lo he intentado, pero no puedo, todos los elementos se han reunido nuevamente para que ese sentimiento sea más fuerte que todos los anteriores en este día en el que mi único hijo, torero, recibe la alternativa.