EDGAR QUISQUINAY







COTO DE CAZA




Una manifestación de pareceres

terrible, exacta:

devorar el conjunto del viento

y del espacio,

ansiar redenciones para

el panal de palabras

que es péndulo

en tu brazo derecho.

Recuerdos de negativas

y posibilidades

que se ensanchan y comprimen

al corroborar su muerte.

Lo total, lo críptico

en el soñar de la verdad.

Universo de señales multivocas

que se entrelazan convergentes,

Indeseables.

La claridad que herrumbra la vista,

la oscuridad que destruye lo vivido.

Antena de la insensatez,

imagen locuaz de la risa.

Formidable, inexacto,

¿En qué momento te derrumbarás para siempre?

¿Cuándo?





SERÁ UN…



Al fin viento y tú,

sin señales ni devenir cercano.

Al fin tus manos y más piel,

el suave palpitar de tu voz.

Desnuda al fin.

No te dejes vestir.





CARTAS AL MAR










III



En las cartas se asoman

destinos.

el sueño recurrente

es

rosa de los vientos

y compases

que apuñalan

el ambiguo azul.



IV



El pobre camastro,

el sepulcral camarote,

perder el sentido y dejar

que el vaivén

y los ojos cerrados

suplanten la oscuridad,

el descanso.

Hamacas que nada saben

de norte y rosa de los vientos,

de bitácora, de catalejo.

Desvelo o pesadilla favorita:

la cubierta y la opción

de saltar por la borda.



V



Como la quilla,

como la vela:

no me aferro, no descanso

más que en pairos

o en sueños.



VI



Sí,

la quilla

odia al ancla

tanto como la vela

ama la violencia o la ternura

del viento.





PACTO



Canto de sirenas

al fin y al cabo.

Ni una sílaba que se salve

de este naufragio en tórrida mar.

Los remos rotos

y un deseo infinito

de saciar la sed

en los manantiales de tierra firme.

Mirar los rostros que me acompañan

es reafirmar el mío propio y su imposible reflejo:

pieles curtidas por el sol,

por la sal,

ojos que se tiñen de púrpura y

que niegan su propia razón de ser.



Harapos son nuestros ropajes

y los sueños son

nuestro único e irrenunciable pacto:

en ellos la verdad es una

y la razón no dictamina.



Hasta los cantos de sirenas son refugio,

santo y seña.

Pacto de olvidados,

sangre que tan sólo nombramos,

que no corre por nuestras manos,

que no tiñe la borda

ni los aparejos proa.





OBSERVACIÓN 7



Lo edificó sin método:

las libreras apoyadas

en las cuatro paredes

de la habitación

cubriéndolas completamente,

desfigurándolas.

Una silla enana a la par de la puerta,

a la derecha, al ingresar.

La cama al centro de la habitación.

Se podría caminar alrededor suyo,

esquivando libros

apilados en torres

que semejaban

cirios multicolores, deformes.

Por todo el suelo

papeles que mentían palabras ruinosas,

que se jactaban de haber sido leídas.

Un tragaluz

desgarraba claridad de vez en cuando.

Repito,

no hubo método alguno en su acumular.

Sin embargo,

ese santuario de descanso,

a la hora de su muerte,

era un perfecto mausoleo.

 
 
 
EDGAR QUISQUINAY Y SU CEMENTERIO CERCANO