LUIS VILLOND











CIUDAD BALAZOS






2 de mayo



5:30 p.m., Avenida Reforma, 16-30, Zona 9.

La ciudad transcurre en su botín diario de almas perdidas y decapitadas por el tiempo, no hay demasiado qué hacer para quitar el aburrimiento. Después de un par de horas perdidas buscando el sitio correcto, y quizá por desazones de la casualidad, llegamos al lugar indicado: “Letal Guns”.



El sarcasmo nos dejó una sonrisa ácida sobre el rostro. Al ver la calle, lo mismo de siempre: gente, buses, más gente. En resumen: el panorama gris nada prometedor de la contienda entre los organismos vivos y lo abstracto: sonidos rebotando: delirios, pláticas insignificantes, como todo lo demás. Ya ni siquiera hay algo qué decir. Lo inexistente está afuera.



Estacionamos el carro frente al local. Conté con exactitud los pasos. Entramos. Un señor con amabilidad nos atiende detrás de las rejas y el mostrador.



—Buenos días, jóvenes. ¿Puedo ayudarles en algo?

—No.



Terminé de decir la palabra cuando Marlon le disparó a la cabeza.



12 de mayo



Me pregunto si afuera hay alguien. Alguien que pueda dar una respuesta a toda esa soledad individual, o mejor dicho: a toda esa ausencia; esa individualidad del ser humano caracterizada por la falta de personalidad que ha hecho de ellos simples autómatas.



Ahora veo a través de la ventana, y esta inexistencia la golpea como buscando más refugio dentro de este cuarto. Afuera está todo: lo que tendemos a resumir como “el mundo” o “la humanidad”. Pero toda esa forma de vida se divide en pequeñas porciones de tierra hasta convertirse en un universo de soledad que respira la muerte a cada segundo.



Afirmo: afuera no hay alguien.



3 de abril



Adriana entró hoy al apartamento. No recordé que le di un juego de llaves. Cuando escuché ruidos en la cocina, encañoné el arma y si no llego a reconocerle, supongo que ahora estaría arrastrando su cadáver hacia el baúl del auto. Sin embargo no se inmutó cuando me vio irrumpir en la cocina abruptamente con el arma empuñada y lista para disparar.



—Hola —dijo, mientras cocinaba algo. Ni siquiera volteó a verme. Coloqué el arma sobre el horno microondas.

—Casi te mato.

—Perder la vida es tan fácil que se ha vuelto un hecho trillado…

—¿Querés jugar después de comer? —le pregunté.

—¿Jugar?... Por supuesto. ¿Y los demás?

—Estudian las bases de la torre, además tratan de conseguir los materiales, dijeron que si les quedaba tiempo se unirían.

—Son buenas noticias. ¿Café?

—Por supuesto.



14 de febrero



“Soy todo lo que renace cuando un mundo es destruido.” —Víctor Hugo



9 de marzo



La violencia se hace con inteligencia. ¿Por qué lo escribo? Como le prometí a Adriana, después de comer salimos a jugar. En realidad no supo qué sería hasta que salimos con el carro a recorrer la ciudad. Llegamos hasta la Avenida Reforma cuando de pronto una euforia brotó de mí. Adriana manejaba, entonces agarré la escuadra calibre 45, bajé el vidrio y saqué la mano por la ventanilla apuntando en dirección frontal, luego, el disparo.



—¿Qué putas estás haciendo?

—Es simple, estamos jugando.

—¿A qué?

—A la bala perdida… ya sabés cómo y de qué se trata: disparás una bala para luego esperar a que alguien caiga muerto. ¿Querés intentarlo?

—Estás loco, la policía nos detendrá.

—Eso no sucede en este país. Tené —le dije colocándole un revólver 38 en la mano— sólo cuidá de no perder el control del auto… quien acierte más disparos gana. Los resultados los sabremos si publican la nota en el diario, por eso te di un arma distinta.



7 de abril



La bala rumbo al espejo

detrás el laberinto

nombrará hojas de cuchillas.

Escrito está

con ceniza y sangre

la rabia de los cuerpos

ojo abierto fecundando el temor, ojo delirio

monstruo dorado a través de mi mano.



Revólver menstruante.

Lo que sana también muere.

Toda alma me calienta el acero,

invita a tejer gasolina sed

dolorosa pólvora anunciando

el firmamento.



7 de diciembre



Hoy conocí a Adriana, así dijo llamarse. En estas tardes tan turbias después del trabajo, no queda otra cosa más que hacer, fue entonces como decidí salir a tomar un café. Pero, ¿por qué salir a tomar un café, si tengo demasiado dentro de casa?, bueno, supongo que por salir a chequear a los monstruos cotidianos, el ruido y la furia.



Caminando encontré la más emocionante de las situaciones: un niño le lustraba los zapatos a un ejecutivo. Éste le pagó al niño por el servicio. Sin embargo, el niño no tenía cambio para el billete que éste le dio, así que el ejecutivo se dio a la fuga sin pagarle al niño. Entonces el niño le persiguió para luego vaciarle el bote lleno de anilina. Decidí buscar al niño, el motivo: pagarle por el acto subversivo.



10 de agosto



La ciudad es vulnerable, sin embargo las personas toleran todo tipo de hechos indignos. Quiero que todo vuelva a comenzar, sólo así se puede erradicar la injusticia.



11 de agosto



Hemos conseguido algunos materiales. En realidad fue un trabajo arduo, difícil, pero estamos seguros que rendirá sus frutos. ¿Si no?..., tendremos que caminar por el sendero de la denominada prueba de ensayo-error.



28 de noviembre



A Marlon lo conocí porque atropelló a dos personas, ambas murieron. Anoté el número de placas.



(En realidad la culpa no fue de él, porque esa gente no utilizó la pasarela que se situaba encima de ellas, es cómico, porque da a entender una de las razones por las cuales este pueblo no progresa: holgazanería; la gente es haragana, como solemos decir, la sagrada hueva, a ella se le rinde culto. Dicen que también es por la falta de oportunidades, quizá sea por ello; también tiene que ver la pobreza, la falta de educación, aunque en realidad no siempre es por eso, pues hay gente a la que no le gusta estudiar y no le gusta trabajar así de simple…, en este caso fue “la prisa” de llegar al otro lado de la calle).



Cierto día divisé el carro. Corroboré el número de placas. Me situaba a la derecha, dos carros detrás del de Marlon. El semáforo cambió a luz verde. Lo seguí hasta que se estacionó frente a un edificio. Lo seguí. Entró. Noté una pistola. Saludó al guardia de seguridad, éste le hace un gesto ameno asintiendo con la cabeza; al parecer lo conoce, pensé. No le pidió el arma. Entro. Saludo al guardia de seguridad, vuelve a asentir con el mismo gesto ameno de la cabeza: un robot, pienso que es. Me apresuro, él dirigiéndose al ascensor con prisa, saluda a varia gente. También saludo. Llega hasta el ascensor. Empiezo a correr un poco, al fin llego al ascensor. Marlon me ve, esboza una sonrisa. De repente las puertas del ascensor se abren. Ambos entramos, solos dentro de esa caja que se eleva hay un tenso silencio.



PISO UNO



—Atropellaste a dos personas —digo de un modo honesto y seco —ambas murieron.

—No es mi culpa, la pasarela estaba justo encima de ellas, si no la quisieron usar es su problema… ¿acaso venís a darme un sermón o me pedirás que me presente ante las autoridades como el responsable?

—No, simplemente vengo a decir que tenés razón.

—¿Cómo es que pudiste localizarme?

—Anoté el número de placas.





PISO CUATRO



—Mirá hijo de puta, si venís a extorsionarme o venís con esa mentira a querer sacarme algo, ahora que ya te vi la cara, te mato cerote —me muestra su pistola—.

—O ambos podemos volar en mil pedazos si así lo quiero —le enseño una granada—.

Entonces su cara se transforma de la tranquilidad a una gran euforia por la curiosidad.

—¡¿De dónde sacaste esa mierda?!

—Eso no es de tu incumbencia. ¿A qué te dedicas?

—Soy ingeniero recién graduado y estoy aburrido. Ahora mismo vengo a ver a mi padre, él es arquitecto, quiere que vea unos proyectos.

—Qué maldita suerte la mía.

—¿Por qué?

—Porque quiero hacer un proyecto y necesito a alguien que conozca respecto a la construcción.





18 de junio



Dos policías fuera de su patrulla me hacen gestos con las manos para detenerme, y eso fue lo que hice. Uno de ellos se acerca hasta la ventana de mi carro: “Buenas noches, joven”, dice. “Buenas noches, oficial”, respondo. “Sus documentos, por favor”, continua con su autómata inspección. Le entrego los documentos cuando dice que debo bajar del carro: me revisarán. “¿Ustedes son patrulleros?”, pregunto; “Sí”, responde. “No se supone, oficial, que deban estar patrullando y no estar estacionados acá sin nada para hacer”. “Eso no le incumbe… diríjase hasta la patrulla por favor, lo revisaremos ahí”. “Es mejor que lo haga acá oficial, verá: tengo temor a la oscuridad”, me muerdo la lengua para no reírme. “Haga lo que le ordeno”. “Disculpe, oficial, pero conozco mis derechos”. “Usted ni siquiera ha de conocer la ley, joven”, responde enérgico, impaciente. “¿Existen leyes en este país?”, indago. “Sí, y está a punto de quebrar la ley por no respetar a la autoridad”. “Entonces usted, está rompiendo una por abuso de la misma”. Lo hice enojar, tomo su macana y dándome terrible golpe en la pantorrilla, caigo al suelo con un gran gesto de dolor. “Hoy sí sabrá qué es la ley, hijo de la gran puta”. El policía se abalanza contra mí, entonces no me queda otra que disparar. El otro policía, bajándose de la patrulla coloca una mano sobre su pistola listo para desenfundarla. Ninguno de los dos se percataron: yo no iba solo: Manola me acompañaba. Fue ella quien le disparó al otro. Sus tristísimos ojos negros destellaban en la oscuridad. Fue ella quien me ayudo a levantarme. Un fantasma de luz detrás de su sombra. Fue ella quien manejó hasta casa. Su gélida mano, me tocó el rostro. Fue ella quien les dio el tiro de gracia. Es una mujer muy callada. Fue ella quien me cuidó los días siguientes, como siempre, porque no pude caminar del dolor. Su silencio me mantiene en angustiada intriga.





31 de octubre



—La fórmula es C3H5(NO3)3, derivado de la glicerina mediante el tratamiento con una mezcla de ácidos sulfúrico y nítrico. Es un líquido pesado, aceitoso, incoloro o ligeramente amarillo, con una densidad de 1,60 g/cm3 y un olor suave a quemado. Produce dos formas cristalinas: una con un punto de fusión de 2,8 °C, y otra de 13,5 °C. Se solidifica a 12 °C. Arde lentamente si se calienta al aire libre, pero explota al calentarla en un recipiente cerrado o si alcanza una temperatura de 218 °C. Es muy sensible a los golpes por lo que resulta peligroso de transportar.



—¿Alejandro, esto no es un poco “peligroso”? —pregunté sin titubear.

—¿Desde cuando tenés conciencia?... Fue tu idea.

—No recuerdo dónde ni cuándo la perdí.



15 de septiembre


—Bien, primero es lo primero: debemos actuar de forma rápida para que todo parezca natural. Ya tenemos la víctima. El secuestro se realizara en la zona uno, en cualquier lugar indeseable como es siempre, ya sabes a lo que me refiero: te estacionarás, alguien llegará con un arma amenazándote, pedirá que te quedés quieta y si colaborás todo estará bien. Por supuesto que será alguno de nosotros quien lo hará, de eso no te preocupés Adriana, además ya contraté a alguien para que haga compañía, éste manejará el carro, luego te llevamos a un lugar seguro, el chico se llevará el carro y por supuesto él es de tu mismo tipo de sangre porque después de haber hecho todo esto a éste lo matamos: deshacerse de un delincuente común y corriente a nadie le pesa, no es una carga de conciencia, también hacemos el favor de quitar a un ladrón de la sociedad. ¿Te parece el plan?

—Sí… y luego pediremos el rescate, supongo.

—Por supuesto, les advertiremos que cualquier cosa que salga mal, pues te matamos, para eso también tenemos una víctima: una marera que más o menos tiene tu complexión física, sólo debemos tatuarle el mismo símbolo que tenés en el tobillo.

—¿Te referís al omega?

—Exacto.

Marlon alcanzó a escuchar parte de la conversación mientras entraba por la puerta, dijo tener parte de los materiales para la prueba, pero “necesitamos dinero, y mucho” palabreó sonriente. Mencionó algo sobre Alejandro: “Tiene todo listo”, enfatizó. Manola con sus ojos negros me veía, al parecer tratándome de convencer para cambiar de opinión. Es una lástima, para mi no hay marcha atrás.



1 de enero


“Rebelarse contra la herencia, es rebelarse contra millones de años, contra la primera célula”. —Cioran.

Soy el adjetivo: demostrar el resultado de la herencia: este desastre del que somos testigos.



3 de noviembre
 “Ser o no ser…” Incluso Shakespeare nos da opciones.





19 de junio



—¿Alguna vez te has sentido solo?

—Nunca, pero si muchas veces me he sentido invadido.

—Tenés una rara visión de la justicia.

—La visión es un ácido, un caleidoscopio, Adriana.



24 de diciembre



Con Alejandro estudiamos juntos el diversificado, ambos tenemos problemas psicológicos, luego fuimos a la Universidad Desconocida, él tiene estudios de química, yo: sociólogo. Nos graduamos, ganamos salarios como cualquier otro desgraciado. Estamos aburridos, eso es todo.



23 de julio


Manola es otro engendro, es la muerte. Parecía no tener ojos aquella madrugada cuando caminaba sola por una de las meadas calles de la Zona 1. Esa noche pasé a saludar a Mina, un travesti poeta-puta. Dejé plantada a Mina, cuando vi a Manola; ella me puso su pistola en el estómago cuando me acerque lo suficiente.

—Tu nombre... decímelo.

—No tengo.

—Si no me lo decís, juro…

—¿Qué? ¿Me matarás? —le interrumpí.

—Decímelo —y forcejeó esta vez; escuché cuando quitaba el seguro.

—Si venís conmigo te prometo

—¿Decirme tu nombre?

—Mi nombre y ausencia, significan lo mismo.

—¿Tu nombre?, imbécil.

Anarquía



16 de mayo



De niño tiraba pequeños morteros a las iglesias evangélicas en pleno culto. Pequeños recuerdos; sólo divago, esta noche. La gente no se sorprenderá por la explosión.



30 de abril


Estoy aburrido.


5 de noviembre



“Un poema es una ciudad”. —Bukowski.